lunes, 17 de septiembre de 2018

No es crisis, son narices.

Dicen que es crisis. 
Pero cada vez tengo más claro que no lo es.

Lo que pasa es que a los cuarenta te das cuenta de que muchas cosas son absurdas, y muchas personas también.
Y eres consciente de que tú puedes parecer igual de absurda a los ojos de otros, pero también eres consciente de que no te importa demasiado, porque no son tu gente y, por tanto, no deben de quitarte el sueño.

No es crisis, son narices. 
Narices para retomar aquello que dejaste en pausa por circunstancias. Narices para iniciar lo que siempre deseaste. Narices para decir no. Y para decir sí, que a veces es lo que más cuesta.
Sí, quiero. Sí, voy. Sí, me lanzo. Sí, siento. Sí, hablo. Sí, hago. Sí, opino. Sí, me atrevo. 
Sí, sin más. Y porque sí.

No es crisis porque no hay trauma con el cambio, ni consecuencias desastrosas. Sólo es reafirmación, seguridad y una extraña sensación de liberación porque te conoces, te reconoces y te quieres así.

No es crisis. Son narices. 
Narices para mirar hacia delante sin miedo, sabiendo que te queda mucho por recorrer. Narices para cambiar lo que se puede y aceptar lo que no. Narices para alejarte cuando duele. Narices para llorar cuando escuece y gritar cuando ahoga. Narices para querer desinteresadamente, sin esperar nada a cambio. Que, tal y como están los tiempos y con lo caro que va lo de atreverse a amar, eso sí son narices.

Lo de los 40 no se llama crisis. 

Se llama "ES MI VIDA Y ME LA PIENSO BEBER ENTERA, EN COPA Y A SORBITOS."

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