sábado, 11 de febrero de 2017

CarNEval

Se acerca carnaval, época perfecta para, si eres mujer, lucir tetas, piernas, culo y todo lo "lucible" que pueda ser mostrado para posterior puntuación del que mira.

¿Que no? 

Haced la siguiente prueba: escribid en el buscador de google "disfraces mujeres carnaval" y observad la riqueza de imágenes. Si os gustan las tías, igual os entretenéis más de lo previsto. ¿Habéis terminado? Bien, pues ahora escribid: "disfraces hombres carnaval". Si os gustan los tíos, seguro que acabaréis mucho antes con el estudio.


¿En serio? ¿De verdad si quiero disfrazarme tengo que ir en plan "busco guerra" y enseñando más carne que un trozo de fiambre en un mostrador de charcutería? Cuando hago magdalenas en casa no salen del horno con esa pinta de busconas que sale en la foto de bajo. No recuerdo a la princesa Leia con ese aspecto tan extremadamente sugerente en ninguna de sus películas. Y no entiendo por qué, en general, todas las modelos que posan con los disfraces tienen esa pinta de calientapaquetes.

Y ojito, que soy la primera defensora de que cada mujer vista cómo y con lo que le plazca, tapando, sugiriendo o enseñando, que para eso nuestro cuerpo es nuestro. Lo que no soporto es la imposición social y cultural de la imagen de la mujer como un puñetero trozo de carne. 

La diferencia entre las fotos de disfraces femeninos y masculinos es asquerosa. Y lo triste es que si esos disfraces para la mujer se publicitan es porque se venden. Los hombres van al carnaval a pasárselo bien, las mujeres vamos al carnaval a tirarnos a todo bicho viviente sobre la faz de la tierra, o al menos a colaborar desinteresadamente con el calentamiento global. ¿Y por qué? Porque así está establecido. 

Lo peor de esto realmente no es que las mujeres compremos esos disfraces. Lo peor es que lo hagamos para sentirnos atractivas a los ojos del de enfrente. Hemos nacido entendiendo que tenemos que gustar, no gustarnos a nosotras mismas, y que nuestra imagen ha de ser sexy para los demás, porque la mujer ha de estar siempre dispuesta a agradar y lo que se tercie, que para eso enseña cacho, ¿no? Y lo grave del tema viene cuando te encuentras con disfraces para niñas que llevan el mismo mensaje que el de las adultas: provocar, gustar, exhibirse y ser objeto de comentarios, miradas y juicios.

Está claro que seguimos inmersos en una cultura en la que cualquier excusa es buena para cosificar el cuerpo femenino e hipersexualizar la imagen de las niñas. Y tan campantes, oigan. No le damos importancia porque lo hemos normalizado y continuamos normalizándolo a un ritmo de escándalo. Las niñas disfrutan pintarrajeándose como puertas e imitando las poses "sexy" de los anuncios publicitarios, las adolescentes consideran que han triunfado cuando han conseguido poner burro al compañero de clase enseñando el tanga o todo el culo. En ningún momento se plantean la inteligencia y el humor como armas de seducción, eso queda para las feas y empollonas. Donde esté un buen trozo de carne que se quite un buen cerebro.

¿Os imagináis que el año próximo repito la búsqueda y me encuentro con la antítesis de la de hoy? Tíos medio desnudos, enseñando pecho y abdomen musculosos, marcando culos perfectos y paquetes bien rellenos. Yo no. 

Pues nada, sigamos disfrutando del carNEval como cada año, igual que seguimos haciéndolo con las campañas publicitarias y la moda en general. Continuemos alabando el mal culto al cuerpo femenino que nos imponen y permitiendo que nuestra imagen sea la de un trozo de carne fresca, expuesta en el mostrador, para que quien pase pueda opinar si es de primera o de tercera, como quien compra fiambre para hacerse un bocadillo.