A veces las cosas no salen como las planeamos.
Perdón. Empiezo de nuevo.
A veces, muchas o pocas, las cosas no salen como las imaginamos.
Pero otra muchas veces sí.
La imaginación es poderosa, y crea para nosotros lo que soñamos.
Para cuando no ocurre así, están las sonrisas y los abrazos. Las sonrisas que regalamos y recibimos y los abrazos que damos o robamos.
A veces nos perdemos un poco entre tanta rutina, norma, convención y tradición, y no entendemos bien por qué nuestra cabeza viaja lejos del corazón. Para esos ratos nos queda volver a soñar. Porque, aunque solo sea en nuestra imaginación, podemos crear aquello en que creemos y que nadie más comprende. Y eso nos mantiene secretamente vivos.
Cuando las circunstancias se tuercen nos queda sonreír, con los ojos y los labios. Sonreír grande y pensar en cuál será nuestra próxima parada, nuestra siguiente meta, nuestro nuevo reto o nuestro futuro sueño.
Porque la sonrisa siempre gana, como los buenos.
Una sonrisa llena de sueños, de imaginación, de planes y de metas... Además de ganar, contagia. Y así el triunfo es doble.
A veces, las cosas no son como las habíamos soñado.
Pueden llegar a ser mucho mejores.
Porque si aprendemos a sonreír, estamos aprendiendo a ganar.