miércoles, 22 de marzo de 2017

Colgada

Me cuelgo de las personas de sonrisa amplia, de las galletas con frutos rojos y chocolate blanco, del yogur griego con fruta y semillas, del color del cielo incluso cuando está gris, del sonido de las olas rompiendo en la orilla, de los mil tonos del mar según la luz y el color del cielo, del silencio que lo llena todo, del chocolate amargo que se deshace lento en la boca, del ácido del limón, de lo dulce de la naranja en vaso, del olor a lluvia recién estrenada, de la velocidad subida en unos patines o en la bici, de la brisa cuando remo y la sensación de libertad sobre una ola, de la adrenalina cuando me enfrento a algo nuevo, de las ganas de querer seguir aprendiendo siempre, del cosquilleo en la tripa, de una canción que escucho en bucle, de un libro, de un poema, de las plantas que cultivo, de la fruta de verano, del café calentito que apenas sabe a café, del té con leche ardiendo y sin azúcar, de las tazas bonitas de desayuno, del sol de invierno mientras leo en silencio, del alboroto de los pájaros en primavera...
Me cuelgo de las personas de sonrisa amplia, de los abrazos infinitos, de los besos apretados, de los juegos de palabras, de las críticas sinceras que no juzgan, de las miradas fuertes, de las lágrimas que caen sin control, de las manos que se buscan, de los encuentros fortuitos y los buscados, de los secretos entre risas, de las carcajadas con amigos, del amor casi animal por mis hijos, del apego a los míos, a los de siempre y los que llegan para quedarse, de las señales que me obligan a creer en lo imposible...
Me cuelgo de las personas bonitas, las cosas sencillas, los buenos ratos, los recuerdos que construyo y las ganas de vivir al límite entre la sonrisa y la risa.
Que la vida son tres días, y yo ya llevo un rato largo navegando por las aguas del segundo, en dirección al tercero, rumbo fijo.