jueves, 15 de junio de 2017

Mafalda a los 40

Mi amiga Cris, a la que adoro, me dijo el otro día que soy una "motivada de la vida". Al principio, nos dio mucha risa el concepto, al menos a mí. Pero la verdad es que, si lo analizo, creo que tiene razón.
No sé hacer las cosas sin pasión. Lo que empiezo lo hago dejándome la vida en ello. Cosa que a veces me lleva a desgastarme antes de tiempo y dejarlo inacabado. Pero tengo la teoría de que si no lo pruebo, no sé si me gusta, me es indiferente o se va a convertir en otra de mis pasiones.
Con las personas me pasa igual. Soy bastante insociable así a bote pronto. O según mi amiga Cris, socialmente selectiva. No lo sé. Sólo es que no necesito trescientos billones de gente a mi alrededor, me quedo con unos poquitos con los que pueda ser yo misma. Es por eso que cuando me doy, lo hago del todo. Así, a lo intenso. 
Porque sí algo me ha enseñado la vida en mis casi 40 años es que ayer no vuelve, que lo que me quedé con ganas de hacer se quedó estancado en ese momento, y después ya no tiene sentido, y que esa persona que paró en el ayer tampoco volverá, por mucho que yo me empeñe. Que los besos que no pude dar y los abrazos que quedaron pendientes... Ya no podré ni darlos ni completarlos. Y esas ausencias crean un vacío duro de llevar a no ser que le pongas muchas ganas a la vida.
Tal vez sea por eso que yo no sé querer a medias. No me sale. 
Quiero intensamente, como la vida. Estés en mi vida hace dos días o lo estés hace dos décadas, si te quiero: TE QUIERO. Punto. Sin matices.
Tampoco sé decir las cosas a medias. Las verdades a medias son chapuzas. Si he de decir algo, mejor de frente. Sin heridas, que tampoco es necesario. La diplomacia y el respeto pueden ir de la mano de la sinceridad y la naturalidad sin ningún problema. Necesito actuar como me gustaría que lo hicieran conmigo, nada más. Aun sabiendo que las relaciones con otros no siempre funcionan como un boomerang.
Pero soy feliz así. También sufro siendo así. Claro, aquí no todo es blanco o negro.
Ser una intensa de la vida está lleno de matices, y en esa gama siempre hay alguno que hace estragos. Y tengo días tontos. Y días feos. Y días de "paren el mundo que yo me bajo", a lo Mafalda.
La intensidad, algunas veces, me lleva a actuar de manera impulsiva porque creo, de corazón, que lo natural es mucho mejor que lo socialmente estudiado. Y pienso que si fuéramos más naturales y espontáneos, las relaciones y la comunicación ganarían muchos enteros.
Y así andamos. 
Entre intensa de la vida y Mafalda a los 40. 
La cuestión es estar metida en algo. 
Eso sí. Siempre con pasión. 
Que si no la vida es muy aburrida. 😉😂

martes, 6 de junio de 2017

¡BORREGOS!


Hoy he leído un artículo de hace unos días que me ha fascinado. 
Es una noticia sobre algo que ha ocurrido en un instituto británico y que me ha hecho pensar si habían cambiado de fecha el April Fools Day. Pero no. La verdad, desconocía que un sujetador pudiera tener tanto poder, o mejor dicho un "no sujetador". Podéis leerlo en el enlace que os dejo:

http://www.lasexta.com/noticias/sociedad/instituto-expulsa-alumna-sujetador-clase-porque-podria-distraer-profesores_201706035932f1db0cf2639184570d78.html

A esto le añado el recibimiento que me ha dado un grupo de machitos ibéricos de entre 40 y 50 años de edad ¿adulta? en mi antiguo barrio, cuando esta mañana llegaba a la consulta del dentista. La suerte de llevar gafas de pasta tipo mosca es que puedes mirar, con odio, sin que te vean. Lo que no se disimula son las ganas de vomitar que me han entrado ante los comentarios de esa panda de borregos carajilleros matutinos, apoyados en la barra externa del bar, con cara de cerdos y mirada sucia: "¡Xe, tú mira 'eso'!" / "¡Yeeee, buenos díaaaaas!" / "Yo a ésta me la llevaba" / (en respuesta al anterior) "¿Y qué hacías con la tuya?"... Y una lástima haberme perdido el resto, oiga, porque me han abierto la puerta pronto. ¿"Eso"? Perdona, ¿qué soy, un vestido con patas? ¿"Llevarme" a dónde? Será si me da a mí la gana, ¿no?
Lo que más me revienta es que mi reacción ha sido la de pasar de largo e ignorar su conducta asquerosa. Después, conforme pasaban los minutos y esperaba mi turno en la consulta, me iba subiendo la rabia por la garganta y me he arrepentido, y mucho, de no haberme girado y haberles dedicado mi mejor sonrisa y mi mejor corte de mangas. ¡Borregos!
¡Que estamos hasta los ovarios, ya, leñe! ¡Que ya va bien! 
¡Que no somos ni ganado, ni objetos, ni muñecas hinchables! 
Que la mujer no se viste pensando en provocar a nadie, joder. Que vestimos como nos viene en gana, por comodidad, disfrute o vete tú a saber qué. Pero no nos levantamos por la mañana y elegimos el modelito según a quién queremos escuchar soltando la burrada o según de quién queremos recibir la mirada escáner. 
No señores. Y NO SEÑORAS. Que solemos ser las peores con diferencia.
Que cada cual vista como le salga del coco. Entendiéndose coco como la parte del cuerpo que quiera cada uno.
Que lo que habrá que ir haciéndose mirar, en estos tiempos que corren, es justamente el afán de juzgar a la mujer por su manera de vestir, la cosificación progresiva del género femenino y la hipersexualización de las niñas y, sobre todo, que siglos después, se siga pensando en la mujer como la que provoca con sus actitudes y sus vestimentas. 
Que sí, que vale, que somos animales y en la naturaleza las hembras despliegan sus más vivos colores y bla bla bla para atraer a los machos. Ya, almas de cántaro, pero es que nosotros, supuestamente, somos animales racionales, con todo lo que eso conlleva. Y las mujeres, así, en general, no elegimos la ropa según si estamos en celo o no.
¡Borregos! Los profesores de instituto que podían distraerse porque su alumna no llevaba sujetador, y borregos los carajilleros de esta mañana. Y borregos todos los que seguimos permitiendo que la manera de vestir se entienda como una provocación y no como un gesto rutinario de lo más normal. ¡Viva la libertad de expresión! Borregos quienes juzgan según el corto o el largo de la prenda. Borregos los que creen que son mejores profesionales por ir más tapados o con ropa más "formal". Borregas las mujeres que critican a otras mujeres por su ropa, demostrando así que no hemos avanzado mucho en todo este tiempo y que seguimos dándole importancia a lo que no es importante.
A estas alturas de mi vida le doy mucha más credibilidad a una persona que habla con respeto a sus iguales que a una que va en traje chaqueta. No miro el envoltorio; gracias al cielo, mi padre me enseñó a ver la esencia. Porque, de momento, no he encontrado ninguna regla aritmética en la que el nivel de inteligencia o respeto sean el resultado de según qué combinación de prendas o ropa lleves.
Y no hablamos de gustos. Ojo. Aquí cada cual es libre. Hablamos de que se ha normalizado el hecho de que el cuerpo de la mujer sea objeto de deseo, en el ámbito que sea y de la manera que sea. Hablamos de que, como en la Biblia, donde cuentan que la culpa de que Adán mordiera la manzana fue de Eva, la culpa de que un hombre actúe como un borrego es de la mujer que tiene delante. Que el pobre Adán, de neurona y media, no fue capaz de decirle no a una tía en bolas que lo tentó. ¡Anda ya! 
A tomar fanta señores.
Déjense los carajillos y beban agua con gas.
Y, sobre todo, memoricen si son capaces: NO VESTIMOS PENSANDO EN EL MIEMBRO VIRIL, NI EN LAS NEURONAS QUE MUEREN POR CONSTIPADO POR EL CORTO DE NUESTRA FALDA (porque eso es sólo una leyenda urbana, créanme). Vestimos pensando en nuestros gustos, nuestras apetencias y poco más. Que les aseguro que el arrancón matutino no nos da para tanto.
Así que, relánjeseme... Y vivan y dejen vivir. ¡Con o sin sujetador! Que ni la inteligencia ni el respeto entienden de copas.

lunes, 5 de junio de 2017

Que la vida son dos charcos

Si has tenido la suerte de caer a este lado de aquí, de tener un lugar cómodo en el que acabar el día, de cruzarte con una cara amable al menos una vez en tu jornada... ¿Qué haces que no sonríes?
La vida es para tomársela menos en serio, porque hoy estás y mañana ya no. Que tú no decides. Bueno, ni yo tampoco. Que esto va de suerte. Y la suerte ya está echada. Las casualidades no existen y las señales están a la vuelta de la esquina, dándote en los morros cuando aún andas quitándote las lágrimas del último sofoco.

Si tienes la suerte de sonreír y sentir que te devuelven la sonrisa, entonces no sé qué haces ahí inmóvil, sin salir ya mismo a la calle a gritar a los cuatro vientos que la vida te sonríe en forma de persona bonita. Que quizás no sea para siempre, porque a veces las personas bonitas también se quedan afónicas. Y su voz deja de gritar durante unos cuantos días, hasta que alguien se les cruza y tuerce la boca hacia arriba. Y es el pez que se muerde la cola, el ciclo del agua, todo vuelve a empezar.

Si tienes la suerte de estar vivo... ¿Por qué narices no dejas de hacerte preguntas y sales de una puñetera vez en busca de las respuestas? ¿Por qué esperas a que la suerte venga a verte, a que las cosas sucedan, a que te elijan a ti, a que sea tu turno? ¿Por qué callas cuando mueres por soltar verdades? ¿Por qué tienes miedo a sentirte tan vivo?

Si tienes la suerte de poder elegir entre no moverte y hacerlo... Haz lo que te plazca, pero que sepas que la montaña no fue a Mahoma. Que quien no arriesga, no gana. Que si lo intentas, al menos aprendes. Que si saltas sobre los charcos, en vez de evitarlos, al menos nadie tendrá que contarte qué se siente al estar calado hasta los huesos.

Si has tenido la suerte de caer a este lado de aquí... VIVE, narices. SIN REMILGOS, SIN EXCUSAS, INTENSAMENTE y SINTIENDO. Que la vida son dos charcos, y uno acaba de secarse con los primeros rayos del sol de la mañana.

Noni Medina Ibáñez