domingo, 18 de diciembre de 2016

A veces

A veces está permitido dejar de sonreír. Las sonrisas también necesitan irse a dormir para despertarse con más fuerza.
A veces, cuando las noches son cortas y las pocas horas de sueño insuficientes, las sonrisas se quedan pegadas a las sábanas y no se despiertan.
A veces, cuando los días son demasiado gris oscuro, las sonrisas se contagian de ese tono color nubarrón de tormenta, y se pintan de mueca triste.
A veces, una sonrisa no puede encenderse por sí sola, y necesita que alguien lo haga por ella.
A veces, las sonrisas eternas también necesitan acabar con el mito y demostrar que, simplemente, son sonrisas.
A veces, cuando más se espera de una sonrisa, menos se obtiene y, entonces, quien espera se siente engañado, porque no entiende que la pobre sonrisa no puede con tanta responsabilidad y necesita un respiro.
A veces sonreír a pesar de todo no es tan fácil. Irónicamente, quien necesita esa sonrisa porque la encuentra normal y rutinaria, no entiende que la sonrisa también necesita tomarse vacaciones. Y entonces llega la decepción, la falta de empatía o, simplemente, de entendimiento.
Que no cunda el pánico, que las sonrisas, incluso las eternas, también piden soledad de vez en cuando. Y no pasa nada, porque después vuelven. Pero mientras eso ocurre, el dueño de la sonrisa aprende quien sí, quien sólo a veces y por puro egoísmo, y quien nunca.
A veces, las sonrisas necesitan apagarse para ahorrar energía y proteger el alma.
A veces está permitido dejar de sonreír.
A veces.
Y no pasa nada.
Pero mientras, aprendes quien siempre y quien sólo en los buenos ratos.
A veces.

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