No siempre llega la calma.
Tenemos tendencia a esperar, al luego, al después, al más tarde, al ya veremos, al dejemos que pase el tiempo y al a ver qué pasa si.
Se nos olvida, a diario, que el momento es ahora. Cuando lo sientes, cuando lo piensas, cuando surge, cuando viene.
A veces después de la tormenta no llega la calma, porque la calma venía con la electricidad y no hemos sabido verla, cogerla y aprovecharla. Es chocante, pero es real.
Porque en ocasiones, es la propia descarga eléctrica la que nos invita al silencio, al parón, al borrón y cuenta nueva. No después, no luego, no con el tiempo, no cuando pase... En ese momento.
Las tormentas vienen para abrirnos los ojos, para obligarnos a centrar nuestra mirada e ir un poco más allá de nuestras narices. Pero solemos esperar al arcoiris de después del chaparrón. Ignoramos el mensaje del relámpago. Y perdemos el ahora.
Después de la tormenta... No siempre llega la calma.
Porque hemos dejado pasar ese momento, que se ha dibujado en el cielo tan rápido como ha desaparecido.
Y ya no es ahora.
Hemos vuelto al después, al luego, al ya veremos, al dejemos que pase y a ver...
Y con esas demoras la vida sigue.
Y se nos escapa.
Tormenta tras tormenta.
Mientras nosotros no hacemos nada por congelar sus relámpagos y ver en ellos un atisbo de calma y un "AHORA ES EL MOMENTO".
Y es que, a veces, la tormenta es la calma que necesitamos.
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