martes, 23 de mayo de 2017

DEMASIADO DE TODO


Quien no me conoce puede juzgarme rápido, como suele hacerse cuando pegamos una mirada furtiva al que llega de repente.
Quien me conoce poco puede pensar que soy exagerada en mi manera de sentir, de darme, de ser, de estar.
Quien me conoce bien me acepta como soy: Demasiado viva. 
Demasiado loca. 
Demasiado reflexiva. 
Demasiado impulsiva. 
Demasiado apasionada. 
Demasiado llorona.
Demasiado irónica.
Demasiado ácida. 
Demasiado emotiva. 
Demasiado entregada. 
Demasiado cabezota.
Demasiado bruta.
Demasiado sensible.
Demasiado justa.
Demasiado tenaz.
Demasiado ilusionada.
Demasiado madura.
Demasiado niña.
Demasiado borde.
Demasiado movida.
Demasiado solitaria.
Demasiado expresiva.

Demasiado en general.

Demasiado de todo. 

¿Sabes por qué? 

Porque un buen día quieres abrazar y no puedes. 
Porque un buen día quieres llamar y no está. 
Porque un buen día todo se para y el mundo no gira igual, va a ralentí, como de prestado, por inercia.

Y ese día ya es DEMASIADO tarde para todo.

Así pues... No pediré disculpas por ser demasiado yo. Pero si daré las gracias por quienes, a veces, también son DEMASIADO, porque son justo ellos quienes me hacen seguir creyendo en la magia. 😉

¡GRACIAS! 😊



WONDER WOMAN

Ésta debería ser la camiseta oficial de todas las MUJERES que apoyan a las mujeres.
Las mujeres que respetan a las mujeres. Empezando por no opinar sobre su físico, su ropa o su maquillaje.
Las mujeres que miran con respeto a sus iguales, y por eso viven y dejan vivir.
Las mujeres y madres o mujeres no madres.
Las valientes, las luchadoras, las que salvan cada día.
Las que mueven montañas.
Las que persiguen sus metas hasta conseguirlas.
Las que van sobradas de alma.
Las que saben decir no, pero no tienen miedo a decir SÍ.
Las que hacen que el mundo gire.
Las MUJERES, así, con mayúsculas.

Noni Medina Ibáñez

jueves, 11 de mayo de 2017

Contador a CERO


Hay días en los que te caes del burro.
Con todas las de la ley. En plan caída libre. No sé si me entiendes.
Porque hace viento. O porque no. Qué más da.
Es cuestión de inercia. Todo lo que sube, acaba bajando. Y claro, cuando llevas un tiempo arriba, la bofetada es de las que hacen ruido.
Hay días en los que intentar entender qué mueve el mundo es una putada. Una putada que te deja dolor de cabeza y principio de úlcera. Poco más, que ya es bastante. 
Y es justo en esos días cuando descubres que si el mundo gira es porque no tiene más remedio. Porque si dependiera de que los que lo habitamos nos pusiéramos de acuerdo, directamente no se movería. Es más, echaba raíces fijo.
Hay días en los que ir a tu puñetera bola no es nada comparado con lo que hace el resto del planeta, que va a su bola puta. Así, en soez. Para que nos entendamos. Que si vamos con remilgos hay quien gira la cara y mira al vecino.
Hoy ha sido uno de esos días en los que he sentido pena por la humanidad, así, en general. Porque he vuelto a caerme del burro. He vuelto a darme cuenta de que cuando tú vas, el resto ha ido y ha vuelto. Sin avisar, eh, que eso ya no se lleva. 
Hoy me he vuelto a creer que puedo hacer el mundo un poquito mejor, hasta que me he estampado.
Y con la caída, he abierto bien los ojos. Y he visto que no. Que no es cosa ni del viento, ni de la lluvia, ni del sol.
Que al final de la partida, ni somos todos los que estamos... Ni estamos todos los que somos.

Hay días en los que te caes del burro. 
Y REaprendes. 
Aunque duela. 
Y viene bien, ¿sabes? 
Porque así pones el contador a CERO. 
Y empiezas de nuevo a jugar. 
Pero con fichas distintas.